jueves, 31 de mayo de 2012

Capítulo 4. Buen viaje

Arriba en el tren veo como se pone en marcha. Va tan deprisa que su velocidad me ahoga, me hecha hacia atrás aunque acabo acostumbrándome. En una pequeña sala hay una mesa, con dos sillones al lado de color blanco y gris, y una ventana. Observo como mi compañero, el otro tributo, se acerca a los sillones y se sienta en uno de ellos. Le sigo, y me siento al lado de la ventana, contemplando todo el paisaje, el cual recorremos a gran velocidad y los árboles son casi imperceptibles. Los pájaros vuelan, libres y a gran altura. Y pensar que esta mañana estaba sentada con Viters, en nuestra roca. No lo entiendo, ha pasado todo muy rápido.
Llevo sentada como unos diez minutos, pensando y mirando el viaje. Lo único que me despierta de es nuestra mentora que entra por la puerta del vagón, ya que mi compañero me ha dado un golpecito con el codo. Se habrá dado cuenta de lo que estaba haciendo. Nuestra mentora se llama, Velva, su piel es de un color blanquecino, sus ojos amarillos y sus labios anaranjados. Va con un vestido largo, que arrastra su corta cola por el suelo, de color rojo. Cuando se sienta enfrente de mi, no puedo evitar quedarme mirando su pelo, extremadamente largo, rizado y azulado. Es extraño, pero, la gente del Capitolio adora vestirse así. Me pregunta mi nombre y a continuación el de mi compañero. Este, esta embobado con su cabellera a lo que pregunta:
-¿De verdad es ese pelo suyo?.- dice mirándolo extraño.
Este chico, tendrá más o menos dos años menos que yo. Sus ojos negros y profundos miran el pelo, arqueando un poco la cabeza. Veo como alza una mano, queriendo tocarlo. Lo miro, perpleja, de reojo y el se da cuenta de que esta haciendo algo que no toca.
-Pues si, es mío, solo mío.- dice la mujer tocando su voluminosa cabeza.
Se lo ha tomado como un cumplido. La gente del Capitolio, es tan sumamente inteligente como una roca.  Son como un tipo de animales con trajes llamativos. Cualquier cosa que digas será de cumplido, o alago, nunca algo ofensivo. Saca una especie de espejo diminuto que lo abre, y observa sus ojos maquillados, y sus labios bien definidos.
-Vuestro mentor llegará de un momento a otro.
En este preciso momento, un hombre alto y musculoso, entra en el vagón. Lleva unas botas que parecen ser pesadas por la forma en que anda, un traje rojo sangre, con una camisa blanca debajo. Su pelo es negro y prensado hacía arriba. Se deja caer en el sillón mientras nos mira fijamente.
-¿Que tenemos aquí? ¿No habían mejores tributos este año?.- dice riéndose a carcajadas.- era una broma, para los principiantes.
Jale, ríe también. Supongo que quiere seguirle el juego para caerle mejor a nuestro mentor, que es un estúpido por lo que acabo de ver. Yo sigo sentada, y sin ninguna expresión en la cara. Mientras ríe, mira como yo no me estoy riendo.
-¿Sabes? Me recuerdas a un animal...si, por tu cara...-dice señalándome y agitando el dedo.- ya sé, una comadreja como la que llevas en el colgante.
Miro mi colgante, el que me hizo Viters, y arqueo una ceja, actuando de forma que, sepa que "estoy sorprendida"
-Apuesto a que, eres ágil, e inteligente.- continua.- ¿Me equivoco?
No se que responder, porque acaba de decirme que me parezco a una comadreja.
-Seguro que es inteligente, todas lo somos.- responde Velva agitándome los hombros por detrás.
Vamos a nuestros compartimentos que serán los que tendremos durante el viaje. Son amplios y espaciosos, con una cama enorme. Aunque no me es de mucha importancia. Lo que si me sorprende es la ducha. Hay mil y un botones para la temperatura del agua. Decido probarla y estoy como 20 minutos bajo ella. Mis dedos están arrugados como pasas. Abro el armario y veo que la cantidad de trajes que tengo son para mi. Cojo un camisón blanco muy fino, suave y sedoso y me lo pongo. Es de mi talla, me esta perfecto. No se como el Capitolio consigue nuestras tallas exactas. Me meto en la cama y dejo que el tren me meza, hasta dormirme. Aunque, a eso yo no lo llamaría dormir.

domingo, 27 de mayo de 2012

Capítulo 3. La cosecha

Llevo como cinco minutos esperando allí sentada. Vuelve acarolado desde su casa.
-He venido corriendo. Ten, esto es para ti.
Me coge la mano y deja en ella lo que parece ser una cadena con la cara de un zorro. Sus ojos, nariz, boca y orejas están perfectamente perfilados.
-Oh, muchas gracias.- digo. ¿Me lo pones?.
-Claro.
Me doy la vuelta y el me lo pone por el cuello.
-Para que me recuerdes si alguno de los dos sale en las urnas.
Lo cojo y esbozo una sonrisa. Es hora de irse, de despedirse. Nos abrazamos durante unos minutos. Siento algo fuerte que me recorre el estomago. No quiero irme, por mi, me quedaría aquí el resto de mi vida. Nos soltamos y quedamos en la plaza para vernos.
Cuando llego mis hermanos y mi padre se han acabado el desayuno y ahora están comiendo. Es increíble como mi padre ha podido preparar una sopa. Lo miro, perpleja.
Me siento en la mesa, y sorbo un poco. No tengo mucha hambre por los nervios y por el abrazo de antes aunque digo que no esta nada mal. Visto a mis hermanos, con la ropa de la que siempre llevan el día de los juegos. Una camisa blanca y unos pantalones color marrón. Dejo a mi padre que los arregle mientras yo, me baño y me visto. No hay tiempo de calentar el agua así que me baño con agua fría. Me visto con un vestido naranja. Era de mi madre de hace muchos años. Me recojo el pelo en una trenza y nos vamos a la plaza. Cuando entramos en ella me fijo en la gran tarima que han construido. Hay una gran pantalla, donde se podrán ver los juegos conforme pasen los días. Me coloco justo donde están las chicas de mi edad y busco desesperadamente a Viters. Lo he encontrado esta a mi derecha. Asiente con la cabeza, y no tiene expresión alguna en la cara. Cuando dan las dos en punto, empieza la cosecha. Una mujer, alta, con el cabello negro, y con un vestido de color blanco, da toques en el micrófono.
-¡Bienvenidos y bienvenidas a los septuagésimos Juegos del Hambre! Vamos a elegir a nuestros tributos en la cosecha de este año. Las damas primero.
La mujer, va dando pasos hacia la urna de las chicas. Hay miles de papeletas y se decanta por una que hay en el fondo. Se dirige a decir el nombre de la afortunada.

Y es el mio.

Creo que me he mareado. La gente me mira, y la mujer me hace gestos con la mano para que suba. Suspiro, y doy unos pasos pero, me caigo. No puedo mantener el equilibro en mis piernas, que están temblando.
<<Se fuerte>> pienso. Unos Agentes de la Paz, me rodean y me llevan a la tarima. Después de esto, va hacia la urna de los chicos y coge una papeleta.
Que no sea el, que no sea el, que no sea el...
-Jale Paker.
Suspiro. Es un alivio que no halla salido elegido. El chico sube a la tarima, dando tropezones. Supongo que el también se habrá mareado, nadie se espera salir elegido.
Tiene aspecto de ser un chico más pequeño que yo, tendrá unos 12 años. Es de una altura aproximada a la mía, tiene el pelo oscuro, piel morena, y ojos negros. Recuerdo haberlo visto por el colegio, creo que tiene una hermana mayor a el. Nos damos la mano y suena el himno de Panem. Luego, nos conducen a el Edificio de Justicia, donde nos encierran en una habitación y vienen a despedirse nuestros familiares y amigos. Me siento en un sillón, a esperar. El picaporte de la puerta suena, y me pongo de pie para ver quien es. Mis hermanos se abrazan a mi cuerpo y uno de ellos decide preguntarme:
-¿Volverás, verdad?
-¿Verdad que volverás, a que si?.
-Claro...claro que volveré.- respondo abrazándolos yo más fuerte todavía. Aunque se, que no es verdad.
Es el turno de mi padre. Aparto un poco a mis hermanos, y mi padre, a pesar de no ser muy emotivo y no mostrar sus sentimientos, me abraza con todas sus fuerzas.
-Yo los cuidaré, no te preocupes. Por favor, usa la cabeza. Se que eres muy inteligente.
Asiento con la cabeza. Mis lágrimas resbalan por mis mejillas, calientes.
Se les ha acabado el tiempo. Un agente de la paz se los lleva, y me vuelvo a quedar sola en la habitación. Ahora me parece más vacía de lo que estaba antes aunque es muy lujosa. El siguiente en entrar es Viters. Se queda en la puerta apoyado mirándome. Pasan unos segundos, hasta que los dos nos acercamos y nos abrazamos. Siento mil emociones en el cuerpo. Alegría por que Viters no halla salido en la cosecha, tristeza porque no volveré a ver a mi familia, angustia por este mismo momento...Me acaricia la cabeza y me dice:
-Utilizala, por lo que más quieras, utilizala y si no es necesario, no mates.
Si, voy a llorar y bien, voy a llorar como sus ojos lo están haciendo.
-Te voy ha hacer de menos...Por favor, cuida de mis hermanos, aunque solo sea darles de comer....
Ni siquiera puedo hablar con claridad. Las palabras se me atragantan.
-Los cuidare todo lo que haga falta. Siento no habértelo dicho antes, pero que sepas, que te he querido muchísimo siempre, y espero, no, y se que vas ha volver y yo te estaré esperando allí, en nuestra roca.
Me he quedado muda, y sin expresión alguna en la cara. Me oprime contra su pecho mientras susurro:
-Yo...también...
Su tiempo se ha acabado. Sale de la habitación, con sus botas pesadas, y luego entra un agente me conduce  a la estación. Cuando bajamos del coche puedo contemplar mis ojos inchados, y mi nariz algo roja en la gran pantalla que se esta retransmitiendo por todo Panem. Agacho la cabeza, para que mi tristeza no se note. Montamos en un tren, que nos conducirá al Capitolio. Es grande y lujoso, de un color blanquecino.
Si, mi viaje será largo...

jueves, 24 de mayo de 2012

Capítulo 2. Viters.

Llego a casa y mis hermanos corretean por la cocina hacia mi. No hace mucho que se han levantado puedo ver sus marcas de la sábana en sus caras. Abrazan mi cuerpo como si fuera la última vez que lo fueran a ver. Lo que es posible. Dejo caer la bolsa de manzanas y cogen dos cada uno, emocionados. Se sientan en las sillas y yo me dejo caer sobre una, abatida. Entonces recuerdo las canicas.
-Mirar lo que os he traído.- digo balanceando la bolsita en el aire de un lado a otro.
Al principio se quedan perplejos, pero, luego al ver la cantidad de canicas que ruedan por la mesa, sueltan las manzanas y las recogen todas.
-¡Vayamos a jugar!.- gritan abriendo la puerta y saliendo a la pequeña extensión de patio que tenemos en casa.  Me quedo sentada, mirando por la ventana como mis hermanos pequeños no tienen preocupaciones. Son libres, de jugar y de reír, mientras tanto, yo cuido de mi familia sola, ya que mi padre esta todo el día fuera trabajando y no viene hasta bien pasada la tarde. Dush, se sienta a mi lado. Le acaricio la cabeza y el jadea.
-¿Tu tampoco tienes preocupaciones verdad?.- digo rascándole las orejas.- ves y juega con ellos.
Como si fuera una orden, sale corriendo por la puerta.
-Procura no comerte las canicas.- digo sonriendo. Estoy preocupada, por lo que pueda pasar mañana. Si, mañana empiezan los juegos. Si salgo, ¿Quien cuidara de mis hermanos? ¿Quien les dará de comer? Porque mi padre, no. Pasan las horas con facilidad. Preparo la cena con unos espárragos que he encontrado en el campo.  Haré una sopa. Se que en nuestro distrito no hay mucha pobreza entre nosotros, pero, en esta parte del distrito si. Nos arreglamos con lo que tenemos. Hago un cuenco lo suficientemente grande, como para nosotros. Cenamos y cuando acabamos, mi padre entra por la puerta. Su cara es pálida como de costumbre. Desde que mi madre murió ha tenido otro aspecto, aunque a menudo tiene una sonrisa pintada en la cara. Mientras nosotros nos comemos una manzana, el se acaba la sopa. Acuesto a mis hermanos, que se duermen pronto. Salgo y me apoyo en el marco de la puerta. Observo a mi padre, esta de pie, fumando en una pipa mirando al cielo. Recuerdo esa pipa. Cuando era pequeña mi abuelo se la regalo a mi padre. Creo que tiene una inicial inscrita , una J. Me acerco a su lado, a contemplar las estrellas. La oscuridad es absoluta, salvo una pequeña luz que hay en la cocina.
-Mañana son los juegos.- dice mientras vuelve a encender la pipa. Suspiro de manera tan fuerte, que es como si hubiera dicho una frase completa, una respuesta.
-Venga, ves a prepararte. El bosque, tampoco es tan peligroso de noche. Yo cuidaré de tus hermanos, date un respiro.
Mi padre conoce el bosque de nuestro distrito desde que tiene uso de razón. Cazaba cuando era pequeño, hasta que fue un adulto y tubo que trabajar. En si, el bosque a mi tampoco me parece peligroso. Los animales duermen, y no hay muchas ramas por el suelo como para despertarlos. Además , he salido muchas veces de noche, tampoco me va a pasar algo por salir esta vez.
Como si estuviera <<sorprendida>> giro la cabeza en torno a el. Me devuelve el gesto, con la cabeza.
Cojo una mochila. Llevo en la mano, el pequeño farol que hay en mi habitación y unas cerillas.
Me adentro en el bosque, como si fuera mi propia casa. Pienso en los animales que pueden estar acechándome o que están cerca de mi adormilados. Recuerdo una simple melodía, un silbido, para cantar a los Sinsajos. Estos pájaros siempre me han encantado, ya que graban conversaciones largas y canciones con toda claridad. ¿Habrá alguno en alguna rama? Silbo, unas tres notas. Después de una pausa, se oye. Si, oigo como cantan, cada vez más Sinsajos. Ilumino un poco la zona por la que estoy. Intento subirme a una rama, para luego subir más arriba pero caigo. No puedo mantener el equilibrio. Yo soy más de arbustos y camuflaje. Me quedo sentada en mi roca. Definitivamente, es mía. Me recuesto en ella, apoyada en mi mochila cantando las tres notas. Me adormilo, poco a poco. Finalmente, me quedo dormida.
Cuando me despierto, ya esta despuntando el alba. Vuelvo a casa sin hacer mucho ruido, porque, se que mis hermanos duermen más de lo normal los días de la cosecha. Mi padre también lo estará haciendo. Me desvisto y me pongo una ropa limpia. Dejo el desayuno preparado. Son trozos de pan, con un poco de queso y moras silvestres. Vuelvo al bosque, y hoy si que esta.
-Vaya que puntual...- susurro a sus espaldas.
-Supuse que estarías aquí temprano.- dice señalando mi mochila. Me había dejado la mochila en la roca.
Me siento a su lado, encogiéndome de piernas y brazos, formando una bola.
-¿Que piensas?.- me pregunta.
-Pienso en que puedo salir en la urna. Salir en los juegos. Y morir. Los profesionales normalmente ganan siempre los juegos. Son personas musculosas, ágiles, con muchas habilidades. ¿Y yo? Solo soy una personita débil, sin casi fuerza.
-Pero tienes esto.- dice dándome golpecitos en la cabeza.
-¿De que me sirve si no puedo matar a una persona? No soy una persona la cual si mata a alguien se queda tan bien.
-Los profesionales pueden tener mucha fuerza y habilidad, pero, no sabrán remedios curativos, ni como sobrevivir tanto tiempo. Solo sirven para matar. Siempre han tenido un plato en su mesa cuando han querido. Probablemente mueran de hambre en unos días. Tu en cambio, estas acostumbrada a no comer demasiado, te juegas la vida buscando comida, hasta por la noche y tienes cabeza. Sabes de alimentos que son venenosos, te escondes por las ramas sin casi ser vista. Puede que ellos maten y se maten, pero, tu aunque no lo hagas puedes sobrevivir.
Lleva razón. La mayor razón del mundo. Pero las probabilidades de que gane son escasas.
-Come, anda.- me dice mostrandome una de las naranjas que lleva en una bolsa.
Mientras estamos alli, sentados en silencio, decido ser yo la que pregunte.
-¿Y tú?
-¿Yo?
-Si, ¿Que pasa si sales en los juegos?.
Mi pregunta se queda en el aire, ya que se levanta, y me dice:
-Espera unos minutos, vuelvo enseguida.
Asiento con la cabeza.
¿Que me dará hoy? Porque siempre me trae algo.

martes, 22 de mayo de 2012

Capítulo 1. Canicas

Me despierto, despuntando el alba. Veo como mis hermanos pequeños están en una misma cama, frente con frente. Son exactamente igual, al físico. Pelo castaño, ojos color marrón rojizo y pecas en las mejillas. Bajo la cama esta nuestro perro, Dush. Son uña y carne, los protege y cuida, juega con ellos. Me visto y me dejo el pelo suelto. Antes de salir de la habitación, me quedo mirando la cama que ocupan mis hermanos. Dush, alza la cabeza, ha escuchado que abría la puerta.
-Solo estaré 15 minutos fuera, cuidalos. Volveré pronto.- le digo a el perro mientras este vuelve a agachar la cabeza.
Paso a la cocina, donde cojo un trozo de una barra dura de pan que había en la mesa. Cojo el fino pañuelo de mi madre y me lo paso por el cuello. Dentro de poco, hará unos tres años que falleció. Murió a causa de una enfermedad desconocida que ni boticarios ni nadie especialista en enfermedades pudiera curar. Vivimos con mi padre y soy yo la que debe cuidar de mis hermanos. Todos los días salgo a buscar alimentos, aunque sea solo fruta del bosque o pan rancio y duro que los panaderos tiran a la basura. Pero robar aquí es delito. Es delito robar pero no lo es matar. ¿Curioso no? Y así como cada año, se celebran los Juegos del Hambre, un espectáculo para la gente del Capitolio. Gente rica, con poder, que no pasan hambre y no saben lo que es trabajar. Mi distrito envía electricidad a su querida ciudad y sus contribuyentes. Para nosotros es lo mínimo. Salgo, y me dirijo a la plaza. Aun es temprano porque la gente esta reabriendo sus puestos de comida, y herramientas. Miro el reloj que hay arriba del Edificio de Justicia. Ya es hora. Y como todos los días voy al bosque. Hay una parte, en la que solo se encuentran cantos de rocas rodeados de altos pinos, es mi lugar preferido. Por allí, antes pasaba un río, pero hubo una temporada que el distrito tuvo problemas de sequía y se seco. Aun así, por las lluvias e inundaciones, nunca se ha vuelto a formar. Me siento, en una de las rocas, esperándole. Tengo una pequeña navaja que me dio mi padre para cuando saliera de casa. La saco, y la observo. Si, es pequeña pero extremadamente afilada. Oigo pasos y mis sentidos se ponen alerta. Lanzo la navaja hacia atrás sin darme la vuelta y diciendo:
-Llegas tarde.
En este momento giro la cabeza y veo como la navaja a traspasado una bolsa con manzanas que se ha quedado colgada del tronco mientras algunas ruedan por el suelo.
-Si, yo también me alegro de verte.-dice recogiendo las manzanas que se han caído.- ¿Cuando dejarás de lanzarme la navaja?
-Cuando a ti se te dejen de pegar las sábanas.- digo en todo de burla.- veo que te ha ido bien.
Viters era mi compañero. Era una persona de confianza. Más bien, era en la única persona en la que confiaba. Nos intercambiábamos comida en el bosque y pasábamos algunos minutos juntos. Era alto, y fuerte, pelo oscuro y ojos verdes. Amigos desde siempre.
-Toma.- me ofrece una manzana.
-Muchas gracias, esta mañana solo he comido un trozo de pan duro.- digo dándole un bocado.
-Quien no van a comer nada, son tus hermanos. Las he traído por ellos ¿Sabes?.- me dice empujándome un poco del brazo.
-Ya, como todos los días, desde hace años, y siempre me acabo comiendo dos de una bolsa de siete.- respondo.
Comemos en silencio, hasta que saca una cosa de su bolsillo. Es una bolsita de tela, con unas canicas dentro.
-Para los pequeños. Las he tallado yo.
Meto la mano y cojo una al azar. Es azul, un azul brillante. Esta limpia y reluciente como las que hay en los escaparates en las tiendas.
-Se van a alegrar mucho. Gracias de nuevo.
Viters siempre a cuidado por mi bien y el de mi familia. Y eso no se cuanto se lo podré agradecer.
Suena el reloj de la plaza, ya es un poco tarde. Cojo la bolsita con las canicas y me voy corriendo entre los árboles. Mientras corro, escucho a mis espaldas gritar:
-¿Mañana antes de los juegos?.
No digo nada. Bueno, el ya sabe mi respuesta.

lunes, 21 de mayo de 2012

Bienvenidos Tributos :3

¡Hola! Bueno, querría escribir la historia de La Comadreja, ya que, mi otro blog no tiene lo que digamos mucho éxito. Subiré capítulos todos los días contando su vida.
Bueno, nada más que disfrutéis ;)
P.D: Estaré encantada de afiliaros :)