lunes, 25 de junio de 2012

Capítulo 20. Secta Lutgrama.

-Oh, pe-per-dón, yo no quería...- digo sobresaltada. Me levanto de la silla y conforme paso, me vuelvo más torpe. Algunas hojas se han caído de la mesa por culpa de mis brazos que no dejan de tocarlo todo.
-No, si te lo iba a contar muy pronto.- contesta Sómmon con las manos a la espalda, riéndose.
Se dirige con paso tambaleante hacía la mesa, y se agacha en el suelo recogiendo todas las hojas que he tirado. Le ayudo a recogerlas, y después, se sienta en la mesa.
Da unos golpes en la silla, y yo, obediente, me siento.
-¿Que-que significa todo esto?.- pregunto con la nota en la mano.
La mira, y la coge de mis manos. La lee un poco por encima, le da la vuelta y señala el sello.
-Tu colgante.- dice mientras lo toca.- la primera vez que lo vi, que fue cuando te vestí para el desfile, me extraño que una persona como tu lo tuviera. 
-Es exacto...-murmuro.
La verdad es que si. El mismo color anaranjado, los ojos, y las brechas en la comisura de los labios y el ojo.
-Pero no puede ser, lo hicieron a mano, lo tallo un amigo mio para mi.- confirmo.
-¿Y como se llama ese amigo tuyo?.- veo en su mirada, que ahora muestra un cierto interés.
Dudo un momento si decírselo o no. Si se lo digo ¿Ocurrirá algo?
-Viters.- digo dura.
Baja la mirada, pensativo.
-¿Vietrs Lampuig? 
-Si...
Aguanto la respiración, esperando su respuesta. Que acabo de hacer.
Se levanta de la mesa, y descorre las cortinas. La luz me ciega, mientras me muerdo el labio inferior.
-Esta bien, mira, te contaré. Esta secta, en la que yo soy el "jefe" por decirlo de alguna forma, cuida de tributos como tu.
-¿Como yo?
-Si, como tú. Tributos que necesitan ayuda, como cuando perdiste a tu madre. Viters hizo un buen trabajo ayudándote.
-Entonces, todas las veces que el me ha traído comida para mis hermanos, para mi padre y para mi, ¿Me estaba ayudando también una secta?
-Exacto.
-¿Y porque entonces, me talló este colgante?
-Eso es algo, que no se.
Decido irme, levantándome de la mesa cuidadosamente de no tirar otra hoja al suelo.
-Creo que ya se suficiente.
Antes de salir por la puerta, Sómmon me da un aviso.
-Si quieres saber el porque de tu colgante, pregúntaselo a el. Si sobrevives.

Paso las horas que me quedan hasta la cena dentro de mi cuarto.
Ahora si, debo sobrevivir para averiguar más cosas sobre esta "secta". ¿Porque Viters no me había dicho nada? Lanzo el colgante contra la pared, haciendo que se rompa en dos.
La rabia me consume, no lo soporto. Quiero irme, volver a los días en los que era una simple niña, sin preocuparme por estos estúpidos juegos. Los días en los que mi madre me abrazaba y me curaba las infinitas heridas que tenía por el cuerpo de tanto jugar por el bosque. Los días en los que no pasábamos hambre.
Me encojo, formando una bola en el suelo. Las lágrimas resbalan por mi cara, mientras que esta se enrojece.
Ni siquiera voy a cenar, no tengo hambre, este nudo en la garganta me oprime el apetito.
Aun estoy echada en el suelo, encogida, con el colgante entre mis manos.
Canto una de las nanas que mi madre me cantaba cuando era una niña y ahí me quedo, adormecida.

Pasan las horas, y me despierto con una manta por encima.
Sigo sin tener hambre pero necesito comer algo. Salgo de mi habitación, hacía la sala principal. Abro la puerta, parece que no hay nadie.



Miro el gran reloj, que hay enfrente de la lámpara. Es un reloj bastante grande y reluciente, formado por cuatro piedras rojas que se encuentran en la parte superior del reloj. Una, destaca en el centro de un color amarillento. Su sonido no es como un reloj normal, es más bien un tic tic tac, tic tic tac, tic tic tac.
Están a punto de dar las 4 de la mañana. Oigo pasos por el pasillo y seguramente serán los avox.
Estoy sola, en medio de una gran sala cara a un ventanal mirando como pasa la gente del Capitolio.
Ojalá ser uno de ellos, pueden vivir como reyes, ir de aquí para allá sin que nadie se lo prohiba, no preocuparse de tener hijos y que tengan una posibilidad de morir a partir de los 12 años...
Después de ver como unos avox, preparan la mesa con el desayuno, me doy el permiso de picar algo.
Tostadas, un vaso de zumo, un cuenco de cereales con leche, y un trozo de bizcocho.
Miro el trozo de bizcocho y me acuerdo de Jale. Ayer, le dije que en la cena le daría mi trozo, porque Lénart siempre se lo acaba.
Se me había olvidado.
La gente va entrando conforme se hace más tarde.
-Jale, toma.- digo poniendo el plato con el trozo de bizcocho al lado de sus tostadas.- lo siento, ayer no vine a cenar y...
-Tranquila, al final Lénart no comió casi nada del postre. Pude comerme el bizcocho yo solito.- dice mientras se frota la barriga.
No podemos evitar que se escape una pequeña risa.
Al fin y al cabo, la cuestión es coger peso.

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